EL CAMINO DE UN GRABADOR ALBERTO AGAPITO Y LOS DESAFÍOS DE SU ARTE

Posted by . On domingo, 18 de enero de 2009 0 comentarios



Entrevista al maestro Alberto Agapito


*Por: Julisa Espinoza Bedón
Investigadora e Historiadora del Arte


“Estaba en el comedor mirando hacia el jardín, de pronto apareció una avecilla de rojos intensos y se detuvo en un arbusto en busca de alimento. Con esa mágica presencia de tan extrañas y admirables formas en mi cabeza, corrí a mi taller y empecé a dibujar”.(1) Esto le sucede al grabador Alberto Agapito cuando una intensa presencia lo atrapa y lo invita a coger lápiz y papel o a mancharse las manos de tinta.




Posando al lado de sus visiones aladas.

El maestro Alberto Agapito nació en Mala (1949), un valle costeño del sur peruano. “Soy un lunar en la familia” -afirma. Sus padres eran agricultores y su tío farmacéutico. Soñaban con verlo vestido de blanco y le preparaban las sendas de la medicina. En cuarto año de secundaria, una visita inesperada le cambió el destino. Un profesor cargado de bandejas, ácidos y placas vino a enseñarles grabado. Fue la primera experiencia con el arte del dibujo al revés. Quedó tan admirado de esta cualidad, que al terminar el colegio decidió seguir el camino de los buriles y las gubias. Al enterarse su madre, ella recordó que en Mala habían unos personajes llamados “moneros”, quienes errantes, tocaban las puertas de casa en casa, y ofrecían a los habitantes pintarles retratos a cambio de dinero; y le dijo: “¿Qué vas a hacer? ¿Cómo te vas a mantener? ¡Andarás como ellos!…”. Viajó a Lima con la intención de matricularse en la Escuela de Bellas Artes, pero el terremoto de 1966 en la capital, se lo impidió. Las calles estaban inmersas en una atmósfera ensombrecida y el edificio de la escuela quedo afectado. Las actividades académicas fueron suspendidas, y muchos jóvenes no alcanzaron a tener un pincel entre las manos.



Sin título. Colografía (1986).El ICPNA ha editado el catálogo de su muestra en homenaje a sus 35 años de trayectoria.


La inquietud de seguir adelante en sus propósitos lo llevó a la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Católica. A pesar de su condición humilde, pudo superar obstáculos de una universidad privada. Todo lo consiguió con perseverancia, desde lograr las primeras ventas hasta obtener becas de estudio por su buen rendimiento. Tuvo el privilegio de conocer al maestro Adolfo Winternitz (Viena, 1906 – Lima, 1993), quien fue director de la entonces Escuela de Artes Plásticas (hoy Facultad). Él enseñó a sus alumnos, cuenta Alberto: “Necesitas cinco minutos de inspiración, el resto es trabajo”.


Importantes pintores nacionales solicitaron al maestro ejecutar grabados para sus diseños.Sin título. Monotipia (1990).


“Alberto Agapito: muestra antológica (1968 - 2007)”, fue un ejemplo de aquella frase. Se exhibió el pasado mes de mayo en la galería ICPNA, San Miguel, y reunió gran parte de su producción. Sus motivos van de lo figurativo a lo abstracto: Montañas, lunas, aves, figuras geométricas y estructuras. Una mirada, Agapito las ha transformado en arte. Desde niño vivió rodeado de naturaleza, es su máxima inspiración. Pasamayo, paisaje de carreteras sinuosas, mar y arena, donde el sol eternamente muere al atardecer, le sirvió para plasmar la visión de un estallido de colores intensos, vibrantes y eternos, ordenados en un caos sin salida. El color es su lenguaje. Ellos parecen competir por brillar en el espacio de su límite cuadrado. Acaricia el alma y nos invita a entrar en el fascinante mundo de sus misterios.(2)




Intaglio (1971).Primer premio nacional de grabado del ICPNA.




En 1972, el último año de su carrera universitaria, andaba preocupado por el futuro que le esperaría fuera de las aulas que lo habían acogido. Ocupado en el taller, entregado a los quehaceres cotidianos de su profesión, no se imaginaba una noticia inesperada. Entró el conserje y le dijo: “¡Agapito le llama el profesor Winternitz!”. Mientras iba a la oficina, repasaba preocupado si había cometido alguna falta –los artistas eran bohemios y no faltaban las reuniones de copas. Winternitz le dijo: “Siéntate te tengo una sorpresa. Tú vas a conformar la plana docente” . Agapito enmudeció. “Que cara abre puesto, que replicó”: “¿Quieres o no quieres?” Desde entonces es profesor de la especialidad de grabado.





Sin título. Monotipia (1990).



Sin embargo, el horizonte de un grabador no siempre es feliz: “Es difícil de vender, no hay mercado”. Y es porque al ser producidos en varias copias, a veces no los adquieren por el temor a que algún amigo ya los tenga colgado en su casa, o porque creen que materiales como la tinta o el papel no son perdurables, dice Agapito. Tilsa Tsuchiya (Supe, 1936 - 1984), quien fuera reconocida artista plástica en nuestro medio, le dio un buen consejo en los ochenta: “Lo mejor es que sigas produciendo y guardes…algún día va a aparecer alguien”. Alberto comprobó cuanta razón tenía.



Agapito es integrante de uno de los talleres particulares de grabado con más persistencia en el país: el Taller 72.Intaglio (1985).


Una confesión: Alberto Agapito anuncia el cierre de su etapa como grabador, su separación del Taller 72 y el rumbo por un nuevo camino: La pintura.El grabado es una arte completo, requiere la destreza de técnicas variadas en cada una de las fases de su producción. Estamos seguros que en esta aventura nuestra alma se verá una vez más capturada en la amplitud de todos nuestros sentidos. Otra vez el tiempo correrá para atraparnos y alejarnos por instantes de nuestra existencia cotidiana.


Sin título. Técnica mixta (2007).

Edición Nº 11, Año 3, Junio - Julio 2008

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